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pectativas conseguidas? Cambiar las formas es aceptado por las personas, pero no el renunciar a las expectativas sin volver a intentar conseguirlas. 4. El discurso de las expectativas La utilización de expresiones categóricas y absolutas conlleva a valorizaciones radicales. Expectativas gestiona-das con “siempres” o con “nuncas” implica un alto nivel de consecución de los resultados. La inteligencia de un discurso con expectativas se basa en la firmeza y la pasión al contarlo así como en la suavidad de lo explicado en el discurso. La persuasión de los discursos directivos debe basarse en actitudes expresivas más que encerrarse en trampas discursivas. Las palabras fuera de contexto y mal utilizadas por personas malintencionadas nos pueden llevar a una inadecuada gestión de expectativas aparentes. Medir lo que se dice pero ser efusivo en cómo lo dices es la norma habitual de un directivo, pero evitando continuas perífrasis tan lejanas de un entorno motivacional, las palabras hueras generan desconfianza y las expresiones grandilocuentes generan lejanía emocional. Todavía me acuerdo de aquel di-rectivo que hablaba a sus colaboradores de “externalización proactiva” para hablar de despidos. Las palabras envuelven la realidad y su única función es entender mejor la realidad, no como lo utilizan nuestros queridos políticos generando “luz de gas” para quedarse con las expresiones y no con las acciones. Más vale acciones sin saber expresarlas que pala-bras sin tener acciones. Expresiones sencillas y sin grandes pretensiones. Como dice el gran escritor John Banville: “La invención más trascendental de la humanidad es la frase y con ella se escribe nuestro mundo”. Hay que escribir nuestro mundo para tener expectativas sanas y saludables. En fin, Obama ha generado muchas expectativas en USA y a expensas de sus últimos tiempos como “pato cojo” hemos visto que la realidad es difícil. La desafección a un discurso no viene por el incumplimiento sino por no haber cambio para cumplir las expectativas. Yes We Can o Podemos son grandes movilizadores sociales pero sólo serán grandes realidades de evolución social si no defraudan sus expectativas. La visión pragmática nos dice que siempre hay que crear expectativas pero, por favor, que sean realistas y verosímiles. En este sentido, las cuatro preguntas poderosas que todo directivo debe utilizar para no caer en el Síndrome Obama son: › ¿Son posibles las expectativas generadas? › ¿Soy consciente de lo que implican estas expectativas? › ¿Tengo plan B para cambiar y poder seguir persiguien-do las expectativas? › ¿No seré esclavo de mis palabras comprometidas? No olvidéis que hay que generar expectativas pero que cuanto más utópicas, queridas, con pocas alternativas y con expresiones grandilocuentes sean, más difícil tendre-mos satisfacerlas. Y termino con Picasso, tan buen pintor como pragmático, que decía con su sinceridad expresiva: “Puede quien cree que puede y no puede el que cree que no puede”. Creer que uno puede debe basarse en el realismo de tu saber, tu saber hacer y, ante todo, de tu querer hacer. Yo a partir de ahora voy a militar no en la casta del poder (podemos) sino en la comunidad del hacer (hacemos). Más hacer y menos prometer. NO SE PUEDE GENERAR EXPECTATIVAS Y CONFIAR EN EL AZAR PARA QUE OCURRAN, POR TANTO, ES MÁS INTELIGENTE PROMETER ESFUERZOS QUE GARANTIZAR RESULTADOS. 3. Toda expectativa debe tener un plan B pero, ¿y si no lo conseguimos? Al menos lo hemos intentado y, ante todo, casi seguro que hemos avanzado. Valorar las contingencias de nuestra evolución no pretende ablandar la fuerza de una buena expectativa sino, más bien, tener la posibilidad de canalizar la fuerza de las expectativas a los resultados obtenidos por intentarla conseguir. La gestión contingente de las expectativas conlleva una clara apuesta por el realismo y genera la confianza del esfuerzo sin saber su resultado. Todo plan necesita de ilusión pero toda ilusión se basa en el esfuerzo que se introduce para conseguir los resultados, esfuerzo que en sí no vale si no está en comparación con la meta. Todos necesitamos saber qué queremos con-seguir para valorar los esfuerzos que estamos haciendo. Para acabar una etapa del Camino de Santiago necesita-mos ilusionarnos con Santiago, pero ante todo verlo viable si nos esforzamos. Como decía el sabio chino Laotzu: “Tenga muy en cuenta hacia dónde se dirige, porque bien podría acabar llegando”. A veces, se necesita un cambio de plan (cambiar el camino) para llegar a la misma meta. De ahí la importancia del cambio de camino que no significa traicionar la meta soñada. Hay que gestionar adecuada-mente las expectativas necesarias para no loar los medios cuando lo importante es llegar a la meta. La gestión de una contingencia en las expectativas es muy productiva para no seguir las acciones que no llevan a las metas. Pero hay que hacerlo con: › Honestidad. No lo estamos consiguiendo y por eso cambiamos. › Humildad. No ha funcionado pero creo que podemos conseguirlo al cambiarlo. › Sinceridad. No sabemos si funcionará el plan B, pero creemos que hay que intentarlo. Cambiar no es el problema sino explicar por qué se debe cambiar. Si no se cambia ya sabemos que no vamos a conseguirlo. Merece la pena intentar el cambio para obtener las expectativas. Al movimiento político Podemos no se le puede criticar por cambiar su programa para conseguir su utopía sino más bien hay que criticarle su nivel de consecución de la utopía ¿Es posible? ¿Es realista? ¿Son sus preguntas poderosas no decirles que ya están cambiando su programa para perseguir las ex- 50


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