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Lo que en realidad es discutible y, sin embargo, parece un dogma es que todos los hombres estén en posiciones ejecutivas por sus propios méritos, incluso en el caso de los consejeros miembros de los consejos de administra-ción. Y no me ciño sólo a nuestro país. Se da por supuesto que todos los hombres que ocupan puestos de trabajo de mayor o menor representación o poder están ahí por su propio mérito, como si no existiera el enchufe, el nepotismo, o los amiguetes, o como si no pudiera constatarse con facilidad que algunos de los apellidos de los que ocupan cargos políticos o empresa-riales son de sobra conocidos por pertenecer a familias de niveles económicos altos a los que siempre se les otorga el mérito sin haberlo demostrado, y se les tolera cuando no lo tienen. Entonces, ¿a qué viene tanta bulla con el tema de las cuotas si el mérito de las mujeres ya es notorio? Porque la queja no sólo procede de hombres que quieren elimi-nar en el mundo del trabajo la competencia del género femenino o temen que se produzca un desequilibrio de poder en el entorno doméstico, sino que también surge en boca de muchas mujeres que han llegado a posicio-nes de alta relevancia empresarial o política, habiendo tenido que renunciar a sus propios valores, e incluso a la maternidad en algunos casos, que han aceptado los criterios “masculinos” de promoción y, una vez alcanzada la posición de poder, se sienten más identificadas con estos hombres y lo que ellos representan que con su género y las dificultades que tienen las mujeres a la hora de conseguir puestos de alto nivel. En general, parece que el problema se plantea bien cuando no hay un sistema explícito de identificación de los méritos. Por ejemplo, en la mayoría de las empre-sas privadas sobre todo a partir de mandos medios o directivos y en los cargos llamados de confianza, bien sean cargos políticos, empresariales o de cualquier otro tipo, donde la confianza es un rótulo que con frecuencia esconde y justifica la elección del familiar, del amigo, del compromiso impuesto por el jefe, etc. Son los puestos de niveles altos los que poseen mayor visibilidad pública donde suelen mirarse los ciudadanos y por eso están sujetos a la crítica y, también a veces, a la envidia pública. En esos puestos es donde se plantea la conveniencia o la necesidad de las cuotas como una manera de acelerar el proceso de igualdad. Nadie habla de cuotas en los puestos de los primeros niveles donde hay sistemas de selección por mérito, pues ahí las mujeres igualan o inclu-so superan a los hombres. Por lo tanto, cuando el sistema de méritos es opaco o no se explicitan suficientemente los criterios, como sucede en los cargos de confianza, la ten-dencia se quiebra y hay una inmensa mayoría de hombres.… Porque el estilo de dirección predominante en las or-ganizaciones actuales sigue siendo todavía un estilo de control donde se valora el poder, el control físico sobre las personas y la aquiescencia ante la autoridad, virtudes o valores que podríamos denominar predominantemente “masculinos”. NADIE HABLA DE CUOTAS EN LOS PUESTOS DE LOS PRIMEROS NIVELES DONDE HAY SISTEMAS DE SELECCIÓN POR MÉRITO, PUES AHÍ LAS MUJERES IGUALAN O INCLUSO SUPERAN A LOS HOMBRES. …Porque los hombres que detentan mayoritariamente las posiciones superiores han generado sistemas informales de promoción y de sustitución, opacos y a veces incons-cientes, donde se promueven esos valores, evitando sistemas transparentes de promoción por méritos y alegando un complejo sistema de conocimientos que en la práctica es inútil. Suele decirse que no hay mujeres preparadas con cono-cimientos de ingeniería financiera para asumir puestos en los consejos de administración de grandes empresas cuando sucede que la mayoría de los miembros de los consejos de administración de los países occidentales incluyendo los Estado Unidos, lo único o lo primordial que se les ha venido exigiendo es aprobar a las decisiones tomadas previamente por los presidentes de los consejos que los han nombrado consejeros. Para ese viaje no hacen falta unas alforjas de elevados conocimientos financieros. Podríamos pensar que a lo mejor para los puestos de alta dirección se demandan otro tipo de cualidades que no son conocimientos técnicos, estoy hablando de liderazgo, trabajo en equipo, orientación a resultados, comunicación... Pues tampoco esto es así porque resulta que cuando los gurús del management se reúnen con los presidentes de las grandes multinacionales para con-tarles las últimas tendencias en liderazgo, les hablan del liderazgo transformacional y mira por donde en los estu-dios realizados sobre directivos son las mujeres las que destacan más en este tipo de liderazgo. Por lo tanto, el problema reside en los criterios opacos mediante los que se realizan las promociones a los puestos de confianza o también llamados de libre designación. No harían falta cuotas si hubiera criterios transparentes para evaluar el mérito de los candidatos a esas posicio-nes. No harían falta cuotas si en vez de directores contro-ladores, hubiera directores que dirigen a sus colaborado-res como personas que dan lo mejor de sí mismas, son innovadoras, creativas y comprometidas. En definitiva, personas que son autoras de su trabajo al igual que lo son de su vida. Las cuotas, siempre temporales, se requerirán mientras se corrigen los patentes desequilibrios existentes en la actualidad y se incorpora una masa crítica de mujeres en los niveles altos que permita introducir un sistema de méritos transparente para todos, no sólo para las mujeres sino también para los hombres a los que hay que medir por el mismo rasero, de manera que las mujeres promocionadas no se sientan mal cuando se habla de las cuotas como medida temporal. Por lo tanto, habría que abogar por un sistema de méritos pero para todos, incluyendo a los hombres. Quizá si llega ese momento, esos hombres exijan cuotas masculinas paritarias. 15


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