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LIDERAZGO SALUDABLE Y es un liderazgo saludable porque tiene como objetivo la salud de las personas y la salud financiera de la orga-nización en su conjunto, de forma equilibrada. El liderazgo saludable trata de poner en equilibrio intereses de los diferentes stakeholders de la empresa (clientes, empleados, proveedores, accionistas, sociedad). Y aunque es muy complicado, a medio y largo plazo, lo consigue. ¿Por qué? No es magia. Simplemente, porque trata de conseguir los objetivos de la organización (ganar dinero), junto a las personas y la sociedad, no por encima de éstas o a costa de ellas. Puede parecer algo idealista, pero no lo es en absoluto. Está demostrado por las empresas que ya lo practican y respaldado por la psicología organizacional. Para ello, el líder saludable no sólo debe tener una posición jerárquica reconocida, sino que además está ampliamente respaldado por el resto de escalones orga-nizacionales. Es decir, estamos hablando de un estilo de liderazgo implementado como estrategia competitiva por toda la organización. Un estilo de liderazgo que forma parte de la cultura organizacional. De otra forma, sería un hecho aislado en tierra hostil, que no llegaría muy lejos porque sería torpedeado, desde di-ferentes flancos y con diversos subterfugios “maquillados de racionalidad”, hasta ser derribado. Aclarado esto, el liderazgo saludable pone énfasis en cuestiones críticas para el crecimiento sostenible de la organización. Su DECÁLOGO podría ser: › Justicia. Sabe que es clave para la percepción de equidad y el equili-bro social del equipo, a la vez que refuerza la motivación de logro. › Coherencia. Se hace lo que se dice. Los valores son reales, no puro maquillaje para el escaparate de la web corporativa. › Claridad. En los objetivos y roles -individuales y colectivos-. › Apoyo. El líder está al servicio de su equipo, no al revés. › Comunicación asertiva. Habla de manera sistemática y proactiva con las diferentes partes del mismo todo y las pone en valor, con respeto, seguridad y sin miedo. › Feedback. Utiliza su asertividad para retroalimentar el trabajo y los resultados de sus colaboradores, al mismo tiempo que pide feedback sobre sí mismo. › Reconocimiento. Reconoce las virtudes, fortalezas y éxitos de su equipo, y los celebra públicamente. › Estimulación intelectual. Anima a sus colaboradores a afrontar retos cuando sabe que su capacidad está alineada con éstos. En caso contrario los anima a seguir formándose. › Gestiona las emociones, individuales y colectivas. Sabe que las emociones están intrínsecamente relacionadas con la motivación, el pensamiento y la conducta. Por ello, trabaja constantemente su inteligencia emocional e inspira a su equipo con su ejemplo. › Duro con los objetivos, suave con las personas. Sabe que los objetivos son cruciales para la buena marcha de la empresa, pero tiene meridianamente claro que sólo lo podrá conseguir acompañado de personas saludables, física, mental y emocionalmente hablando. Por eso se ocupa de su equipo en la misma medida que pone el foco en los objetivos. ¿Y tú? ¿Te apuntas al liderazgo saludable como estrategia competitiva? SI LA EXPERIENCIA ES UN GRADO… ¿PARA CUÁNDO UN GRADO EN DESARROLLO DE HABILIDADES A TRAVÉS DE UNA FORMACIÓN EXPERIENCIAL? 23


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