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Parece que también se ha venido trivializando-adulteran-do el significado de la estrategia. Al respecto, en Playing to win. How strategy really works (mejor business book de 2013 para Thinkers50), Alan G. Lafley y Roger L. Martin sostienen, en relación con la estrategia, que muchos eje-cutivos la limitan a la formulación de la visión, la reducen a un plan, o la perciben como un mero seguimiento de las mejores prácticas. Se diría que la empresa de cierta dimensión habría de albergar y hasta formular una visión sobre su futuro, con unos objetivos o metas de prosperidad deseadas para el medio-largo plazo. También habría de realizar una elección sobre las políticas, las ideas a desplegar tras aquellos fines, y asimismo sobre los medios específicos (táctica) a poner en marcha, tanto en lo referido a la ac-ción exterior como a la gestión interna de la organización. Todo ello, con una buena dosis de audacia, astucia, afán de logro, inteligencia… En cada empresa, la estrategia vendría a ser en efecto una apuesta de futuro; vendría a ser la solución adoptada para consolidar su posición en el mercado y prosperar. Me gustó, por cierto, El manual del estratega, oportuna obra de Rafael Martínez Alonso. Sigamos. La responsabilidad social corporativa empezó a sonar con un significado genuino de contribución a la sociedad; luego ya, parece haber resultado más sencillo para algunas empresas (bancos incluidos) convertirla en obra social, en patrocinios… No siempre se respetan las expectativas de los clientes y los empleados, no siempre se atiende a la legislación y las obligaciones fiscales, no siempre se sirve debidamente a la sociedad; pero a veces se exhibe alguna actuación social. Hay, claro, empresas ejemplares y socialmente responsables, en efecto; pero otras, incluso aunque lo proclamen, no lo estarían siendo en suficiente medida. Otro término. Cuando lo que empezó a sonar, mediados los noventa, fue la gestión del conocimiento, los directivos tenían que utilizar el nuevo buzzword y a menudo le daban el significado que más les convenía. En ambientes de formación, se convertía en una especie de gestión del aprendizaje. En realidad y como es sabido, venía, por una parte, a constituir un paso firme en la superación de los muchos problemas que se venían detectando en los tradicionales sistemas de gestión de la información y, por otro lado, venía acompañando, caracterizando, a la emergente economía del saber. Hay más que decir, pero en verdad parece haberse desdibujado con frecuencia este concepto, como otros. La destreza informacional resulta cardinal en la sociedad de la información, pero se confunde a menudo con la destreza informática o digital. Hay que saber manejarse con las herramientas, pero especialmente hemos de manejarnos bien con la información, antes de traducirla a conocimiento para condicionar nuestras acciones. Se trata de ser consciente de la necesidad de informarse, de desplegar búsquedas, de interpretar, de evaluar, de contrastar, de sintetizar, de conectar… No, no pode-mos dar por buena toda la información que nos rodea, ni interpretarla con ligereza, ni desplegar inferencias con precipitación. Entendamos debidamente la idea de destreza informacional, inexcusable, desde luego, en el aprendizaje permanente. También habíamos aludido a la comunicación. Son muchas las empresas que creen haber desplegado una buena comunicación interna, sim-plemente porque organizan frecuentes actos litúrgicos de comunicación. Luego, la comunicación falla de mane-ra cotidiana entre niveles jerárquicos, en las reuniones, entre diferentes departamentos… Falla incluso en los propios actos litúrgicos, en que a veces parece ofender-se la inteligencia de los convocados, que en ocasiones se sienten obligados a, digamos, comulgar con ruedas de molino. Y es que la distancia entre el liderazgo y la manipulación… No, no hay gran distancia; quizá a veces hay solape, si no hay, incluso, gran coincidencia. En fin, no es que la cosa sea muy grave en sí (lo de adaptar los conceptos a conveniencia) aunque resulte reveladora, pero convendría unificar el lenguaje y respe-tar lo genuino de los conceptos. El lector podrá asentir o disentir —obviamente— ante estas reflexiones traídas, pero convendrá seguramente en que sería bueno que todos interpretáramos igual éstos y otros términos tan repetidos. ¿Es que ni siquiera entendemos lo mismo por profesionalidad acaso para poder sentirnos todos más profesionales? LA DESTREZA INFORMACIONAL RESULTA CARDINAL EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN, PERO SE CONFUNDE A MENUDO CON LA DESTREZA INFORMÁTICA O DIGITAL. HAY QUE SABER MANEJARSE CON LAS HERRAMIENTAS, PERO ESPECIALMENTE HEMOS DE MANEJARNOS BIEN CON LA INFORMACIÓN, ANTES DE TRADUCIRLA A CONOCIMIENTO PARA CONDICIONAR NUESTRAS ACCIONES. 18 ORH FOCUS SEPTIEMBRE 2015


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