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Está bien que dotemos a las personas de estrategia para relativizar la importancia de un entorno estresante, pero también es importante interesarse en cambiar y mejorar el entorno. No hay peor remedio que cambiar la forma de percibir la realidad para pensar que lo estamos mejo-rando. Estoy de acuerdo con la “actitud Viktor Frankl”, que trata de relativizar todas las penalidades hasta transformarlas en obstáculos superables, pero siempre y cuando sea un medio para poder intervenir en mejorar el ambiente. Por un lado está bien el relativizar las penurias de un campo de concentración para sobrevivir, pero por otro hay que apoyar al ejército aliado para derrocar el régimen nazi. Yo resumo estas conductas con este refrán tan español de que: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. En multitud de ocasiones me encuentro con cre-yentes en paradigmas varios, que se obnubilan y niegan la realidad, seguidores de sectas pseudocientíficas que encierran la realidad en su explicación. Me ha pasado con el coaching ontológico, el PNL, el eneagrama, etc., espero que no nos pase con el magnífico concepto del mindfulness. No podemos ser ciegos por no querer ver que la realidad es más grande que nuestra teoría. El mindfulness es una gran técnica para gestio-nar nuestra dedicación diaria, de grandes beneficios para la empresa y para las personas, especialmente a la inversa, y ante todo, sirve para poner foco en tu cambio como base para cambiar la realidad, que es el argumento básico para conseguir hacer las cosas. En un libro que se acaba de publicar de David Michie, “Por qué el mindfulness es mejor que el chocolate” (Ed. Aguilar, Diciembre 2015), quedan claras sus ventajas y me encanta su definición, por sencilla y divulgadora. Nos dice que el mindfulness es definido por tres pautas: › Prestar atención al momento presente. Cambiar el “modo narrativo” de la vida que dicen los neurocientíficos y pasar al “modo directo” centrándonos en los sentidos; de contarnos nuestro presente a vivir o respirar dicho presente. › De forma deliberada. Hay que entrenar y dedicar tiempos para hacerlo, especialmente si eres princi-piante, porque el día a día y las prisas necesitan que te estés narrando continuamente y no simplemente respirando. Debemos elevar a la consciencia nuestras sensaciones vitales. › Sin emitir juicios. Como decía en un libro Rosa Montero, cada uno tenemos a “la loca de la casa” que es nuestra mente enjuiciando y catalogando la realidad. Nuestra mente racional es aquel continuo juez que etiqueta la realidad como buena y mala, y condiciona nuestras conductas. Creo sinceramente en la utilidad del mindfulness como técnica de mejora de tu experiencia empleado, pero debemos salvaguardar su fuerza haciendo algunas inter-venciones que les eviten que se queme como paradigma evocador pero no práctico. ME HA PASADO CON EL COACHING ONTOLÓGICO, EL PNL, EL ENEAGRAMA, ETC., ESPERO QUE NO NOS PASE CON EL MAGNÍFICO CONCEPTO DEL MINDFULNESS. NO PODEMOS SER CIEGOS POR NO QUERER VER QUE LA REALIDAD ES MÁS GRANDE QUE NUESTRA TEORÍA. De aquí los siete consejos (como los siete sabios de Grecia) que me surge para hacer que este paradigma siga dándonos tantas alegrías: 1. SUPERAR LA SEPARACIÓN ORIENTE/ OCCIDENTE. Estoy harto de que se identifique el mindfulness con la cultura oriental y el estrés a la cultura occidental. Aquellos que conocemos la historia hispanorromana reconocemos que el mindfulness era practicado por los romanos. En las villas romanas, como la magnífica de La Olmeda en mi tierra de Saldaña (Palencia), se observa una vida con mindfulness, sus "NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER" Estrés y mindfulness termas, sus jardines, sus salones temáticos según el día, su orientación al sol, a la luna…; por tanto, hay que destacar que en Occidente había una forma de mirar con mindfulness. Son los romanos, como decía Horacio, los que tienen varios conceptos muy de atención plena como “Beatus ille” (Dichoso aquél), “Carpe diem” (Atrapa el día), “Locus amoenus (Lugar ameno) y el que más me gusta que es “Tempus fugit” (Tiempo que vuela). En fin, que nuestros antepasados hispanorromanos tenían el mindfulness en su día a día, y que posteriormente ha pasado a la cultura popular a través de la filosofía de vida rural, tan cercano a respirar la escarcha, sentir la plegaria y oler el amor que se practicaba en el día a día. 2. NO ECHAR LA CULPA A LA INFOXICACIÓN. Hay personas que practican el mindfulness por la tensión informativa del día a día. El tecnoestrés no deja de ser una forma moderna de las exigencias del entorno. Si antes teníamos unos horarios fijos y sólo pensábamos en el trabajo en el momento 7


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