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SÍNDROMES EJEMPLARES 89 EL OPTIMISTA NO PIENSA EN EL FRACASO Y SI SUCEDE, RACIONALIZA A TRAVÉS DEL APRENDIZAJE QUE LE HA SUPUESTO, PERO NO SE LLEVA LAS MANOS A LA CABEZA Y SE REPROCHA EL HABERSE PUESTO A HACER. Superar significa ir más allá de la supervivencia, se plantea hacer cosas nuevas para obtener resultados diferentes y, ante todo, pone una sonrisa y una esperan-za con indudable energía en busca de las soluciones. No creo en la fuerza del pesimismo sino en el ímpetu optimista matizado por el raciocinio de nuestro sentido común. Ya lo decía Epicuro: “No es el joven quien debe ser considerado afortunado sino el viejo que ha vivido bien y que quiere seguir siendo joven”. Hay multitud de personas que tienen el impulso “mental” de Tintín y se esfuerzan diariamente en alimentar sus ilusiones con SÍNDROME TINTÍN EL OPTIMISMO INTELIGENTE nuevas ideas ¿O no son tintines el Papa Francisco, el telegénico Obama o el bienamando ausente Mandela? Imprimir la energía del optimismo no supone obnubilar el sentido común, pues ya lo decía Don Quijote (otro sabio Tintín): “Porque no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad”. El sentido común es el verdadero sexto sentido de las ciencias ocultas. Muchas veces pienso ¿qué haría Tintín dirigiendo una empresa?, y a lo largo de estos años he encontrado verdaderos “tintines” empresariales con una serie de características que coinciden con las que el diseñador Paul Smith ha presentado en su exposición sobre el mundo de la moda en el Museo de Diseño de Londres. En esta muestra Paul Smith da los cinco con-sejos o pistas para ser creativos que a mí se me antoja que Tintín asumiría como propias y que los directivos con este síndrome suelen tener: 1. Empieza algo nuevo. ¿Cuándo fue la última vez que empezaste a hacer algo nuevo? El vértigo de entrar en una zona de aprendizaje sin más herramienta que tu saber y tu querer. Empezar algo diferente no sólo es una actitud optimista sino fundamentalmente inteli-gente. En lo nuevo estará el futuro ya que el presente se debate con nuevos paradigmas donde no nos sirve nuestra experiencia previa. Mi abuelo llevaba las ovejas a aquellos prados que en la época del año su propio abuelo le había dicho que eran los mejores; hoy día mi primo mide el ph de la hierba y según las previsiones meteorológicas de su móvil decide donde llevar a las ovejas a pastar. En fin, lo nuevo basado en la inter-pretación que da nuestra experiencia siempre es una grata ocasión para ser optimista e inteligente. Lo nuevo es vital porque cambia tu entorno, hacer algo diferente genera unas nuevas condiciones de competitividad. Como decía Ortega y Gasset, “la vida es, esencialmen-te, un diálogo con el entorno”. Si hacemos algo nuevo cambiamos el diálogo con nuestro entorno, por tanto, generamos una nueva realidad. Tintín era un verdadero campeón de la novedad, no le asustaba ser aprendiz en cada momento. Ser aprendiz es la actitud fundamental para aceptar el cambio que te produce lo nuevo. 2. No puedes hacerlo hasta que te pones a ello. Este consejo para creativos de Paul Smith es un canto al hacer más que al pensar. Pensar hacer es un prólogo, pero la novela es el hacer, donde se aprende y donde nos equivocamos. Ponerte a hacer es una ac-titud vital de un optimismo racional, probar es un verbo de acción que puede acabar en el error pero siempre acarrea aprendizaje. Prometer hacer es un estadio de palabras y no de hechos. Ya lo decía Quevedo: “A las promesas miró como a espías“. Hablar es un mal común en este momento de crisis, donde el hacer es la única oportunidad de cambiar dicha realidad. Hacer por hacer no es el sentido de nuestro Tintín sino hacer para saber hacer, es decir, aprender y reflexionar de nuestro hacer sobre lo nuevo. El pánico al error o el miedo a la vergüenza a equivocarse son sentimientos pesimistas porque suponen ya el error y la equivoca-ción. El optimista no piensa en el fracaso y si sucede, racionaliza a través del aprendizaje que le ha supuesto, pero no se lleva las manos a la cabeza y se reprocha el haberse puesto a hacer. Con muchos Tintines habría más errores pero también más aprendizaje que pudie-se servir para un futuro hacer. 3. No se trata de trabajar muchas o pocas horas, se trata de trabajar cada hora. Con un trabajo configurado por una tecnología deslocalizadora no podemos pensar en tiempo de trabajo. El concepto horario responde a una visión funcional del trabajo. El trabajo no es un tiempo es un hacer y, por tanto, es tu nivel de responsabilidad personal y de empowerment el que determina tiempo a trabajar. Esta concepción continua del trabajo debe basarse en la confianza y, ante todo, en la capacidad productiva de cada persona. Trabajar como si fuese una actividad propia de tu quehacer conlleva una visión optimista de la realidad. El trabajo no es una condena sino un espacio


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