RELATOS CORTOS

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22 ORH FOCUS DICIEMBRE 2012 EL COMPROMISO AUTOR/ Jordi López Datell, Consultor y autor de “Creo, luego Creo” y “Hacer Pîña”. jordilopez@teamtowers.com “Alberto Hernández Fernández, ¿quieres a Vanesa Jiménez Giménez como legítima esposa y prom-etes amarla, respetarla y cuidarla en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo hasta que la muerte os separe?”. Alberto dejó de mirar al cura y miró a Vanesa un par de segundos con una sonrisa de oreja a oreja. Su cara y en especial sus ojos irradiaban una mezcla de nerviosismo y felicidad. La agarró fuertemente de la mano, sin dejar de mirarla ni de sonreír; tragó la poca saliva que contenía su boca, seca a causa de la excitación del momento, y pronunció las palabras mágicas: “Si; quiero”. El párroco, Don Facundo, levantó la vista de las sagra-das escrituras y posó su tierna mirada en la feliz y no menos tierna pareja. Primero en la resplandeciente novia, después brevemente en Alberto para volver, finalmente, a Vanesa. ¿Cuántas parejas habría casado en sus casi cuarenta años de sacerdocio? Nunca en todos estos años se había arrepentido ni un solo día de la decisión tomada cuando “sintió la llamada del Señor”. Haber podido asistir a quienes querían partir con la con-ciencia tranquila en su “último viaje” o haber ayudado a escolarizar niños y prestar cuidados a enfermos en una recóndita región centroamericana había sido altamente reconfortante. Y durante la larga noche del tardofran-quismo y primeros años de democracia aprovechar su iglesia de barrio para refugiar manifestantes que huían de los “grises”. Todo eso le hacía sentir que las renuncias propias del sacerdocio habían valido la pena. Pero nada le llenaba tanto como oficiar un bautizo o celebrar una boda, ceremonias que suponían, en pequeña multitud, el ritual de feliz paso a una nueva vida -en este mundo-. Con lágrimas, pero sólo de felicidad. Todo este discurso interno transcurrió en apenas unos breves segundos, el tiempo imprescindible para que los novios y asistentes pudieran “paladear” el “sí; quiero” “ASÍ ME GUSTA, ALBERTO, QUE MUESTRES EN PÚBLICO QUE ESTÁS ALTAMENTE MOTIVADO CON NUESTRO PROYECTO MATRIMONIAL Y QUE VERBALICES TU IMPLICACIÓN Y COMPROMISO” de Alberto. Don Facundo iba pronunciar los votos de Vanesa cuando ésta decidió romper el guión que mil-lares de veces él había vivido en todos estos años. “Así me gusta, Alberto, que muestres en público que estás altamente motivado con nuestro proyecto matrimonial y que verbalices tu implicación y compromiso”. Durante poco más de un segundo los cerca de sesenta asistentes sintieron que un frío de pánico y desconci-erto se apoderaba de sus trajeados cuerpos. Si alguien hubiera medido la temperatura de la iglesia donde es-taban oficiando la ceremonia con toda seguridad habría constatado un descenso súbito, ¿quizá un grado? Y ese termómetro también habría podido constatar, justo después, un inmediato ascenso de 2, 3 o quizás más grados de temperatura. La ira, la rabia, el desconci-erto y la indignación hicieron que de los poros de la piel de los asistentes emanase calor. Un calor que casi podía verse, tocarse y, por supuesto, sentirse. Algunos asistentes seguían mudos, desconcertados, pero otros ya expresaban su malestar. “Ya te decía yo que una mujer soltera de treinta y siete años no es normal, alguna tara debía tener”, le comentó Doña Elvira, la madre de Alberto a su marido y padre de éste. “No te preocupes; mujer; seguro que es una broma que tiene que ver con la empresa donde trabajan”, le respondió Ramiro, mientras le tomaba suavemente la mano entre las suyas intentando trans-mitir una calma que él tampoco sentía. Desde el lado derecho de la iglesia, los amigos y familiares del novio dirigieron entonces la mirada al otro lado del pasillo por donde hacía escasos minutos había hecho su entrada la novia a media luz, del brazo de su padre mientras sonaba la marcha nupcial. Sólo unos pocos devolvían la mirada con unas caras que reflejaban desconcierto. El resto, cabizbajos algunos, buscando las miradas de Vanesa, Alberto o Don Facundo, el resto. Iván, el sobrino adolescente de Vanesa estaba disfrutando de lo lindo. Lo que debía ser “un muermo de desfile de momias” (léase “una boda aburridísima en la que seré el único de mi edad rodeado de adultos y gente mayor trajeados”, traducción al castellano estándar hecha por el propio autor) se había convertido, por obra y gracia de su tía Vanesa, la hermana menor de su madre, en RELATOS CORTOS Tarde o temprano entenderás la diferencia entre conocer el camino y andar el camino.  (“THE MATRIX”, dirigida por Larry y Andi Wachovski).


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