La ley universal del aprendizaje

Maite Sáenz28 octubre 20223min
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“Para sobrevivir necesitamos aprender, al menos, a la misma velocidad que cambia el entorno, y si queremos progresar, hemos de hacerlo a mayor velocidad”. La tecnología nos facilita la tarea de cumplir con esta ley universal del aprendizaje, si bien su uso no está exento de riesgos que van más allá de la mera hiper conexión. Según el filósofo y experto en educación José Antonio Marina, la tecnología, un facilitador del desarrollo en todos sus aspectos, es también un inhabilitador de competencias exclusivamente humanas como son el pensamiento crítico, la reflexión, la comunicación personal o la propia capacidad de aprender.

 

El Proyecto Centauro, dirigido por Marina, trabaja en el equilibrio de la simbiosis entre el formato de conocimiento neuronal y digital.

 

“Saber usar las herramientas no nos ayudará a sobrevivir porque usar sin comprender tiene unos límites muy pequeños”, ha afirmado Marina durante su intervención en el Update 2022 de Asociación CENTRHO. El problema es que estamos confiando nuestro conocimiento a los dispositivos, pensando en que saber buscar información en ellos nos bastará para desenvolvernos y progresar. La realidad es que, según el filósofo, caemos en una suerte de “diálisis de pensamiento” con la que dejamos de pensar si nos desconectamos de las máquinas. Nuestra memoria pierde espacio de desarrollo porque simplemente no la ejercitamos y lo mismo pasa con la capacidad de atención, que tiende a ser efímera porque hemos puesto nuestra vida al servicio de la falsa eficiencia de la hiper conexión. Todo es rápido, todo es efímero; “todos necesitamos de esa hiper conectividad cognitiva para sentirnos vivos”, ha afirmado.

En ese “turn on” vital permanente tienen un protagonismo preeminente las conexiones, cada vez más virtuales y menos personales. “Siempre hemos vivido en red, en comunidad, y en ella las conversaciones eran reales y posibles porque estaban acotadas a un número razonable de personas”, ha explicado el experto. Ahora pretendemos convivir con cientos de conexiones, buscando en ellas una pretendida compañía que sólo nos pueden dar los nodos, esto es, las personas. En este sentido se ha mostrado muy crítico con la figura del influencer, que sólo provoca la abdicación de la capacidad de tomar decisiones ante mensajes fáciles que hacen que las personas sean irrelevantes.

Para terminar, José Antonio Marina ha centrado sus conclusiones finales en la educación: “Si queremos diseñar el futuro hemos de desarrollar un modelo educativo con músculo reflexivo, flexible y adaptable”, que potencie las capacidades humanas en equilibrio con las tecnológicas.


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