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EN LA AGILIDAD PARA APRENDER TODAS LAS EMOCIONES QUE CONCURREN SON POSITIVAS: LA ALEGRÍA POR LO NUEVO, EL OPTIMISMO DE ENCONTRAR OTRAS OPCIONES, LA EXPECTATIVA POSITIVA DE CONSEGUIR NUEVOS RESULTADOS... DEL CAMBIO! Esta competencia tiene comportamientos de otras, como por ejemplo la proactividad, la iniciativa, la flexibilidad y la capacidad de adaptación. Sin em-bargo, conforma una nueva porque en sí misma es la clave para convertirnos en agentes del cambio y no en seguidores del cambio. La agilidad para aprender es una competencia que traemos de serie. Cuando somos niños somos muy ágiles aprendiendo, es parte vital de nuestro pro-ceso evolutivo. Sin esa rapidez para aprender nos sería muy difícil dar respuesta a los numerosos estímulos que nos llegan del entorno. Sin embargo, a medida que vamos llegando a la edad adulta, esta agilidad parece que cae en el olvido, para convertirse en pereza, conformismo o cualquier otro sustantivo similar que queramos utilizar. Por tanto, ¿cuál es la razón por la que a los adultos les cuesta más adaptarse al cambio o simplemente gestionarlo? La razón principal es que en los adul-tos se ha instalado una resistencia al cambio que lleva asociadas una serie de emociones negativas como el miedo, la preocupación, la resignación y otras de parecido estilo. Sin embargo, en la agilidad para aprender todas las emociones que concurren son positivas: la alegría por lo nuevo, el optimismo de encontrar otras opciones, la expec-tativa positiva de conseguir nuevos resultados, la satisfacción por poner en marcha áreas que no todo el mundo conoce y la tranquilidad de que estás trabajando en formas de hacer que, lejos de frenarte y paralizarte, te van a llevar a lugares donde antes hubiera sido más difícil llegar. Pero, ¿cómo utilizamos realmente esta competencia? En primer lugar, se identifican las señales que transmite lo nuevo que está comenzando a pasar; a continuación, nos damos cuenta de que empiezan a definirse, al principio muy levemente, una serie de pa-trones que van creando una tendencia; y, por último, hacemos esa tendencia nuestra y trabajamos en ella como si nos hubiera acompañado toda la vida. 1. Identificar las señales implica que siempre estamos atentos a nuestro entorno, a lo que hace nuestro mercado, nuestra competencia y, por su-puesto, nuestros compañeros en el mismo u otros departamentos. Buscamos esos momentos donde de repente las personas o las empresas comien-zan a hacer algo de modo diferente, empiezan a salir de la zona donde se sienten cómodos y se plantean objetivos distintos a los que habitual-mente se planteaban. Es un momento en el que preguntar, escuchar y pedir feedback es clave para tener información de lo nuevo que está ocurriendo y comenzar a prepararnos para integrarlo en nues-tro repertorio de acciones. 2. Una vez detectado ese movimiento de señales, comenzamos a buscar patrones de conducta, es decir, comportamientos que se repiten en el en-torno y que antes no estaban allí. Dichos compor-tamientos nos indican que hay nuevos movimien-tos en el mercado o en las empresas a los que tenemos que estar atentos porque pueden llegar a afectarnos positiva o negativamente. Es decir, con la información que hemos obtenido empezamos a entender, a dar sentido a las nuevas cosas que están ocurriendo a nuestro alrededor. 3. Cuando hemos tomado conciencia de estos patrones, de la tendencia que están comenzando a crear y de cómo empiezan a afectar al mercado, a las empresas o a las personas, nuestro trabajo es “entrar en la ola” y fundirnos con ella para hacer que esa tendencia sea parte integrada de nosotros y comencemos a poner en marcha los comportam-ientos que aumentarán nuestras probabilidades de conseguir el éxito en esta nueva etapa. En la mayoría de las ocasiones estos comportamientos no serán parte de nuestro repertorio habitual, por lo que tendremos que desarrollarlos para integrar lo nuevo lo antes posible. En definitiva, la agilidad para aprender parte de ver las posibilidades delante, en vez de ver los frenos, los obstáculos y las barreras. Cuando nuestra mirada se coloque en el presente futuro seremos capaces de identificar las nuevas puertas que podremos abrir para conseguir lo que queremos. Si por el contrario, nos colocamos en el presente pasado, sólo veremos lo mal que estamos, lo bien que estábamos antes y, por supuesto, no veremos lo bien que podríamos estar en el futuro. Los riesgos sin duda están ahí, entre ellos el que, al ser de los primeros en comenzar algo, si al final no funciona, el tiempo y los recursos empleados en esa área se perderán. Sin embargo, esto nunca significará que fueron en balde, puesto que el aprendizaje obtenido ha de ser valioso para nuevos intentos. Es decir, incluso si se cometen errores, desde la agilidad para aprender buscaremos las enseñanzas de eso que hemos probado y que no ha funcionado. Como cuando éramos niños cada una de nuestras experiencias nos aportaba una enseñanza para el futuro, independientemente de que aquéllas fueran más o menos positivas. ¿Vas a ser ágil para apren-der y te vas a subir a la cresta de la ola o vas a dejar que te arrastre y te dé un revolcón, una vez más? Ésta siempre será tú decisión. 11


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